jueves, 15 de noviembre de 2012


DATOS CURIOSOS     JONH     TYHDALL


Medio siglo después, el médico escocés Alexander Fleming redescubrió el mismo antibiótico y lo llamó penicilina. Ahora se sabía cuál era el papel de las bacterias en las enfermedades infecciosas, pero una creencia muy difundida entre los médicos sostenía que no era posible matar a los microbios que se encontraban dentro del cuerpo humano. Así fue como Fleming se dedicó a investigar otras cosas y el uso masivo de la penicilina se demoró otros quince años.
Mientras tanto, los soldados aliados que participaron en la Segunda Guerra trataban sus heridas con sulfanilamida, un antibiótico artificial descubierto en 1932 por el médico alemán Gehrard Domagk, un discípulo de Paul Ehrlich que, como su maestro, buscaba una “bala mágica” para matar a las bacterias sin intoxicar a las personas.
Domagk trabajaba para la compañía alemana  G. Farben, cuando descubrió que el protonsil, una tintura roja descartada por la industria textil, curaba a los ratones infectados con ciertas bacterias. Domagk reconoció la importancia del descubrimiento y enseguida se le presentó la oportunidad de probarlo en una persona. Una oportunidad con la que Domagk seguramente habría preferido no contar, porque la persona en quien probó el protonsil fue su propia hija. La jovencita tenía una infección que ningún tratamiento había podido controlar y los médicos ya estaban dispuestos a cortarle un brazo para salvarle la vida.
Hoy resulta impensable aplicar una droga a una persona sin investigar sus posibles efectos adversos, primero en animales de laboratorio y luego en seres humanos. Pero en los tiempos de Domagk no existían leyes ni reglamentaciones que exigieran tales estudios. Lo que hizo Domagk fue un acto desesperado e irresponsable. También fue increíble su suerte, porque la droga detuvo la infección y su hija se recuperó en poco tiempo.
Posteriormente se descubrió que el verdadero antibiótico no era el protonsil, porque el metabolismo animal lo transforma  en sulfanilamida y es esta molécula la que mata a los microbios. A difundirse esta información, otros investigadores se dedicaron a modificar la estructura química de la sulfanilamida. Querían encontrar sustancias con mayor espectro de acción antibiótico y nuevas propiedades medicinales (la sulfanilamida sólo era efectiva contra algunas bacterias). Así nacieron las sulfamidas, la primera familia de antibióticos sintéticos usados para detener las infecciones bacterianas en los humanos.
En 1939, por el descubrimiento de la propiedad antímicrobiana del protonsil, Domagk fue honrado con el premio Nobel de Medicina. Un reconocimiento que no pudo disfrutar, ya que Hitler le prohibió aceptarlo (todavía estaba furioso, porque cuatro años antes le habían otorgado el Nobel de la Paz al periodista alemán Karl von Ossietzky, un apasionado Opositor del nazismo). Después de la Segunda Guerra, Domagk reclamó el premio y recibió el reconocimiento. Del dinero que le correspondía no vio ni un billete. Habían pasado casi diez años y le dijeron que ya no tenía derecho a reclamar la compensación económica.
Treinta litros perdidos : A mediados de la década de 1930, la sulfanilamida era fabricada en los Estados Unidos por la empresa Massengill. Se vendía en forma de tabletas y como polvo inyectable, pero la empresa quería fabricar un jarabe, porque la mayor parte de los consumidores eran niños y darles de beber el medicamento sería más fácil que hacerles tragar las tabletas o darles un pinchazo. Para desarrollar una presentación líquida había que buscar un buen solvente, porque la sulfanilamida no se disuelve en el agua.
En 1937, el químico Harold Watkins, empleado de Massengill, descubrió que la sulfanilamida se disolvía muy bien en dietilenglicol, una sustancia de sabor dulce, usada como humectante industrial y anticongelante.
Watkins preparó un jarabe que contenía 100% de sulfanilamida y 720% de dietilenglicol, le añadió sabor a frambuesa y un colorante rojo para que nadie lo confundiera con otra bebida. La nueva presentación líquida fue bautizada Elixir de Sulfanilamida.
En septiembre, Massengill distribuyó más de 600 botellas del producto en farmacias de todo el país y repartió otras tantas entre sus representantes comerciales y otros profesionales de la salud.
En menos de un mes, varios médicos descubrieron que el Elixir de Sulfanílamida estaba matando a la gente. Al recibir informes que advertían del peligro, la Asociación Médica Americana se comunicó con las autoridades de Massengill y les preguntó cuál era la composición del elixir.
La Universidad de Chicago recibió una muestra del producto para evaluar su toxicidad en animales de laboratorio. Francis Kelsey, la farmacóloga que realizó los experimentos, comprobó que el elixir era muy tóxico para los mamíferos.
Massengill mandó un telegrama a mil farmacéuticos, vendedores y médicos. Sin dar mayores aclaraciones, se limitó a solicitar la devolución del producto. La FDA9 le aconsejó a la empresa enviar un segundo telegrama, para aclarar que el elixir era un veneno peligroso. 


Indhira Janny Moya Cruz
Juan Daniel Aldana Rodriguez 
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